Don Santos Moro Briz
Obispo de Ávila durante más de 30 años, desde 1935 a 1968.
En 1898 ingresó en el Seminario diocesano de San Millán de Ávila, donde hizo sus estudios sacerdotales y desde 1904 en Roma, donde obtuvo los doctorados de Filosofía, Teología y Derecho Canónico en la Universidad Gregoriana. Fue un alumno brillante, logró la Medalla de Oro, que regaló a la Virgen de Valparaíso, patrona de Santibáñez de Béjar, su pueblo natal, que entonces pertenecía a la diócesis abulense.
El día 6 de julio de 1911 recibió la ordenación sacerdotal. Volvió a Ávila en 1913 como profesor del seminario conciliar; en 1919 fue vicerrector; en 1920 canónigo en la catedral, previa oposición; en 1922 vicesecretario, canciller del obispado, fiscal de lo Contencioso; en 1925 de lo Administrativo; en 1926 defensor del Vínculo; en 1935 provisor de la Curia, teniente vicario capitular. El 22 de junio de 1935 preconizado por el papa Pío XI, obispo de Ávila.
En la Guerra Civil protegió y ayudó a gente de los dos bandos, a pesar de que había perdido a dos de sus hermanos, José y Modesta, precisamente por ser religiosos. Mantuvo una gran amistad con san Pedro Poveda, que cuando viajaba a Ávila se quedaba en casa de D. Santos. Le presentó a un joven sacerdote que pensaba crear una fundación para seglares, era san José María Escribá, quien trabó también una gran amistad con él. Como también, con la santa madre Maravillas, ella le consultaba todo.
Buscó becas para sus sacerdotes en las mejores universidades, intentó que hubiese una residencia sacerdotal, fundó el Colegio Diocesano Asunción de Nuestra Señora, la EJAM (residencia para jóvenes estudiantes femeninas), el Instituto Diocesano de Cultura Superior Religiosa, la Editorial Católica Pío XII, la Caritas Diocesana, el Centro de Promoción Social Juan XXIII, la Escuela de Hogar para Amas de Casa, el Centro de Educación Especial Santa Teresa, la Fraternidad Católica de Enfermos y el Colegio Pablo VI. En Arenas de San Pedro levantó un Seminario menor y en Ávila hizo un nuevo Seminario mayor.
En 1968, ya jubilado, se trasladó a Santibáñez, donde le erigieron un monumento muy a su pesar. Murió el 24 de mayo de 1980 en Ávila. Su cuerpo fue trasladado a la Catedral, y los funerales los presidió el cardenal Tarancón, arzobispo de Madrid con unas bellas palabras: “D. Santos llamaba la atención en las reuniones de obispos por su sencillez, por su humildad, no quería ninguna distinción. Era de una bondad auténtica, esa bondad que hace que uno sea exigente consigo mismo y compresivo para los demás. Era como el padre espiritual de los obispos. Nos confesábamos casi todos con él. Ha muerto un santo”.
Fue enterrado en la capilla del Cristo de las Murallas, en una sencilla sepultura.